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Cuando las estrategias de innovación comienzan a quedarse cortas de alternativas para seguir fomentando el crecimiento diferencial de una compañía; cuando los tiempos cada vez más ajustados de un contexto “ágil” no permiten pensar dos veces; cuando las metodologías son la palabra “cajón de sastre” por excelencia para justificar cualquier tipo de paso hacia delante en dirección a la “innovación”; cuando el learning by doing ha pasado a morderse su propia cola como una pescadilla y acumular tanta experiencia “hecha” que cualquier experimento o proyecto nuevo se mueve ya con la inercia propia de un automatismo, hay que parar y volver a estudiar.

 

Estudiar es comprender, no memorizar

Al hablar de innovación, estudiar implica rascar concienzudamente en el grano fino de la normalidad para encontrar el valor real de los procesos, los comportamientos, los engranajes o las tendencias con los que hoy convivimos en nuestro día a día. Estos son nuestro punto de partida para buscar el siguiente paso, necesitamos entender muy bien su procedencia, su capacidad de transformación para la sociedad y el sistema de relaciones subyacente del que dependen para encontrar su razón de ser y diseñar el futuro que podemos construir en y con ellos.

 

Parar para reconstruir

 

Cuando entre unos mecanismos cada vez más complejos y la ausencia de tiempo de estudio se despliega el día a día de las estrategias de progreso/cambio/transformación/innovación, o el nombre que les queramos poner, surgen los esfuerzos a medias, el conformarse con el grano gordo o, como se dice en mi tierra, los “aguas de borrajas”. Nuestra realidad exige hoy más que nunca un esfuerzo y una dedicación real por entender de dónde venimos y a dónde vamos. Trazar esos caminos desde la práctica de la innovación puede muchas veces acabar dándose de bruces con una operativa y una estructura demasiado “armada” en el día a día, que impide la adquisición de valor real en el proceso, el descubrimiento, y, por tanto, el potencial de cambio de las propuestas alcanzadas por la falta de toma de consciencia sobre la importancia de comprender y orientar.

 

La convivencia y pervivencia de estos dos factores tiene que necesariamente guiar hoy el trabajo del diseño de “lo que viene”. Cualquiera de los instrumentos que utilicemos para desarrollar ese trabajo tienen que poder dar cabida a esta relación, a una natural simbiosis en esta búsqueda del valioso grano fino desde el que construir el futuro.

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Trabajar por la vida útil del negocio en España

 

Según datos del INE, casi la mitad de las empresas (49,7%) de nueva creación en España no resisten más de 5 años, y la edad media de las que tienen tarde o temprano que cerrar sube únicamente en 3 años y medio más hasta los 8,7 años. Cuando a partir de ahora tengamos que hacer, que ponernos a construir, sepamos no dejarnos llevar por el tiempo. Recuperemos el valor de parar a estudiar, para comprender, sepamos rascar ese tiempo al tiempo para afianzar una adquisición de valor a corto plazo sólida que nos permita apoyar el crecimiento a largo plazo sin dejar de resultar relevantes.

Desde Byld nuestro trabajo por encontrar esos hilos de los que tirar hacia delante de la mano de grandes corporaciones viene cada vez más orientado por el equilibrio entre la brújula emprendedora del venture building y el mapa de comprensión sistémica propia del diseño estratégico. A través de ambos medimos y ordenamos los territorios en los que entramos a excavar, construyendo nuevas realidades para el negocio, sin usar las manos, con la cabeza, pero sin dejar de hacer, sabiendo dedicar tiempo al estudio y al pensamiento de por qué y para qué las hacemos, y cómo podemos cada día hacerlas mejor.

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En construcción el hormigón armado es un material muy extendido por su versatilidad de uso y su capacidad de trabajo estructural a flexo-compresión: Las barras de acero de su interior permiten flexibilidad y capacidad de adaptación al contexto de fuerzas, el hormigón fraguado alrededor de ellas es la masa crítica que aguanta la compresión, el peso.​